Los ambiciosos, sostengo, nacen
ambiciosos, crecen ambiciosos, y sí, mueren ambiciosos. A lo largo de sus vidas
conquistan cimas, se hacen de fama y prestigio, dan con hallazgos nunca antes
siquiera imaginados y se mueren construyendo sus sueños. Son gente con el valor de ir en contra de la corriente, polémicos, pero con el
coraje suficiente para ganarse el respeto de sus colindantes, de marcar una
época con las consecuencias de sus actos, de ganarse un lugar en la historia
haciendo uso de sus talentos, pero por lo regular, les toma lustros, décadas, hasta mitades de siglo redondear sus deseos.
A decir verdad, he tenido la fortuna
de conocer a unos cuantos de ese tipo de gente aspirando a cosas grandes, y desde
hace mucho tiempo, años, he disfrutado escuchar sus
anhelos. No pocos, aseguraban, aparecerían en la portada de la revista Time como el hombre del año por sus
hazañas, fueran cuales fueran, políticas o empresariales, antes de que
cumplieran los treinta.
Muchos de ellos ya han encontrado su
cauce, son como se les llama a los talentos con potencial, pero con poca
experiencia, jóvenes promesas, sin
embargo, a pesar de sus virtudes que no pasan de largo en los campos donde se
desarrollan, distan mucho de cristalizar un reconocimiento de índole histórico;
entonces al darse cuenta que el tiempo no está de su lado, se frustran, se
quieren tirar a un vacío y ya todo, absolutamente todo, lo ven perdido.
Paciencia, según los viejos, es
indispensable para cosechar éxitos, porque los triunfos dignos de ser
recordados, deben trabajarse como se labra la tierra, también constancia.
Ambas, de la mano, según los sabios, llevan a la victoria, pero si a su vez se
quiere ser feliz, uno no puede andar bajo la presión del cronómetro o achicarse
ante los éxitos apabullantes de Mark Zuckerberg o dejarse presionar por lo que
digan los padres o compararse con aquellos que nos llevan ventaja o caer en el
exceso de análisis que encalla a cualquiera.
Llegan cuando deben de hacerlo, a su
preciso momento, entonces será mejor seguir los consejos de quienes ya han recorrido
más el sendero, deshacernos de los relojes, y mientras se dan, ser felices. Sí, aún cuando no seamos de la dimensión de los gigantes habitando nuestras visiones de nosotros mismos en un futuro cercano. Sí, aún cuando no hayamos superado al
fundador de la red social de mayor tráfico en el mundo.