Sábado
por la noche. Más de 150, 000 espectadores. Un Foro Sol conmovido con el
mariachi acompañando al trio de Foster
and the People. Intermedio. Se forman círculos en el piso; los integran dueños
de gargantas exhaustas, de piernas vencidas y enamorados exhibicionistas.
Camino
con cautela hacia a la orilla evitando pisar a quienes ya se tomaron muy en
serio su papel de topos, a donde se resguardan los hambrientos, los sedientos,
buscando conseguir una pizza diminuta y un par de cervezas. Me guía el letrero
de Indio, llego a la meta y consigo los víveres de quienes, entre las
multitudes, me esperan. Regreso con las manos llenas, torpes, tan torpes como si fueran las
de un practicante de malabarista de un circo en decadencia. Me pierdo, pero
sólo por un instante, pues aparece, entre tanto malandrín, la cabeza del Kurt; uno
de mis más entrañables amigos con pinta de loco rockerón, y a su alrededor,
están el resto de los gorilas.
Están
disfrazados. Algunos llevan mascadas de colores, lentes Ray-Ban y gorros lo
suficientemente ridículos como para tratar de arrebatárselos y aventarlos a
donde ya no hubieron podido nunca jamás recuperarlos.
Comienza
otro grupo antes del encargado de cerrar ese día el festival. Una vez más
intermedio. La impaciencia crece, sobre todo en los más ebrios. Las lucen
vuelven apagarse; por fin la espera rinde frutos.
“Café
Tacvba es mi vida”, dice uno de los impertinentes bailando alrededor de los
treinta y tres vasos que se bebió a lo largo de la tarde como si un premio Nobel
por esa proeza fueran a otorgarle. “Gracias por permitirme vivir esto contigo”,
dice un tal John mientras abraza a la valiente que se ha atrevido a ser su novia.
“Ingrata, esa a mí me la dedicaron”, atacada de la risa y sonrojada dice una niña
bonita a mi lado. “Cárgame, cárgame, sino, no veo…”, le exige un bribón a un
noble que termina por cederle sus hombros. “Me lleva, hubiera ido al baño”, dice
otro orangután mientras trota en el cuarto de metro cuadrado que le corresponde dentro de
ese anfiteatro. “¡Para esto vivimos!” grita quien nos trajo. “¿Para qué?”, le
pregunto. “¿Cómo que para qué?, ¡Para ser Rock
Stars!”
Y
de un segundo a otro, del caos total a un orden absoluto, esas cientos y tantas
mil voces decidieron unirse para alabar al grupo iniciado en Ciudad Satélite,
para tararearles con toda su alma: “¡Papara–papa–eu–eoooo!, ¡Papara–papa–eu–eoooo!, Nos besamos bailando…”.
P.D. Feliz Semana Santa. Nos leemos hasta la de Pascua.
P.D. Feliz Semana Santa. Nos leemos hasta la de Pascua.