viernes, 30 de marzo de 2012

¡Para esto vivimos!


Sábado por la noche. Más de 150, 000 espectadores. Un Foro Sol conmovido con el mariachi acompañando al trio de Foster and the People. Intermedio. Se forman círculos en el piso; los integran dueños de gargantas exhaustas, de piernas vencidas y enamorados exhibicionistas. 

Camino con cautela hacia a la orilla evitando pisar a quienes ya se tomaron muy en serio su papel de topos, a donde se resguardan los hambrientos, los sedientos, buscando conseguir una pizza diminuta y un par de cervezas. Me guía el letrero de Indio, llego a la meta y consigo los víveres de quienes, entre las multitudes, me esperan. Regreso con las manos llenas, torpes, tan torpes como si fueran las de un practicante de malabarista de un circo en decadencia. Me pierdo, pero sólo por un instante, pues aparece, entre tanto malandrín, la cabeza del Kurt; uno de mis más entrañables amigos con pinta de loco rockerón, y a su alrededor, están el resto de los gorilas.

Están disfrazados. Algunos llevan mascadas de colores, lentes Ray-Ban y gorros lo suficientemente ridículos como para tratar de arrebatárselos y aventarlos a donde ya no hubieron podido nunca jamás recuperarlos.

Comienza otro grupo antes del encargado de cerrar ese día el festival. Una vez más intermedio. La impaciencia crece, sobre todo en los más ebrios. Las lucen vuelven apagarse; por fin la espera rinde frutos.

“Café Tacvba es mi vida”, dice uno de los impertinentes bailando alrededor de los treinta y tres vasos que se bebió a lo largo de la tarde como si un premio Nobel por esa proeza fueran a otorgarle. “Gracias por permitirme vivir esto contigo”, dice un tal John mientras abraza a la valiente que se ha atrevido a ser su novia. “Ingrata, esa a mí me la dedicaron”, atacada de la risa y sonrojada dice una niña bonita a mi lado. “Cárgame, cárgame, sino, no veo…”, le exige un bribón a un noble que termina por cederle sus hombros. “Me lleva, hubiera ido al baño”, dice otro orangután mientras trota en el cuarto de metro cuadrado que le corresponde dentro de ese anfiteatro. “¡Para esto vivimos!” grita quien nos trajo. “¿Para qué?”, le pregunto. “¿Cómo que para qué?, ¡Para ser Rock Stars!

Y de un segundo a otro, del caos total a un orden absoluto, esas cientos y tantas mil voces decidieron unirse para alabar al grupo iniciado en Ciudad Satélite, para tararearles con toda su alma: “¡Papara–papa–eu–eoooo!, ¡Papara–papa–eu–eoooo!, Nos besamos bailando…”


P.D. Feliz Semana Santa. Nos leemos hasta la de Pascua.

jueves, 22 de marzo de 2012

¿En quién piensas cuando tiembla?


Podría empezar este relato diciéndoles donde estaba parado en el momento del temblor, sobre el café turco que casi se me viene encima como si dentro de su vaso se estuviera engendrando un huracán, de los gritos en silencio de muchos por ese minuto que pareció una eternidad, de entrañas de edificios crujiendo, de postes de luz estirándose, de los valientes haciendo gala de su estupidez plantándose en donde los sorprendió ese casi desastre natural, pero prefiero, por lo menos por hoy, no hacerlo.

Ya seguro tuvieron mucho de lamentos y anécdotas de sobrevivencia de quienes hubieran preferido, se los tragara la tierra…

Hablemos mejor de lo que en verdad nos aterró, sobre la zozobra invadiéndonos en cuanto nos palmamos y caímos en la cuenta que nuestro instinto, si acaso huimos, nos mantuvo íntegros.

Nombres. Quizá fueron nombres lo primero cruzándonos la mente. ¿De quiénes? De quienes más amamos, porqué en esos momentos uno no se pregunta sobre el bienestar de Adal Ramones ni tampoco si a los jefes sindicales indecentes se los llevó, de una buena vez, –perdón por la palabra– la chingada.

Nombres de quienes podemos pulsar su teléfono celular sin consultar la agenda y les marcamos con constancia. Por lo regular, aquellos, son dueños de un hombro dispuesto a darse cuando dan ganas de llorar, de oídos pacientes de escuchar tanta barbaridad, de brazos poseedores del destino predilecto a visitar, de consejos tan sólidos como piedras que sin embargo se sienten, cuando llegan, como brisa, como espuma de mar.

Nombres de quienes también sabemos como encontrarlos en un santiamén, pero no lo hacemos,  procuramos no, pues nos hemos estrellado contra ellos como si se trataran de una pared. Los pensamos antagonistas, aunque no lo sean: por situaciones mal libradas, por falta de palabras honestas o su empleo excesivo, por puentes venidos abajo, los cuales, hemos decidido, deben permanecer así, y justo en ese instante, cuando sentimos al fin del mundo cerca, queremos desenredar los nudos, estirar la cuerda, abrir las puertas.

Entonces ahí estuvimos pasada la tormenta de tierra, la catástrofe frustrada: buscando a los dueños de esos nombres saturando el sistema. Queriendo escucharlos bien, decirles a algunos “te amo” o hacernos los indiferentes con otros hacia si algo les pasaba después de oír sus voces molestas.

A nuestros consentidos, cuando las líneas se restablecieron, los contactamos, pero ese no es el asunto, sino si a los segundos, ya pasadas las angustias, estuvimos dispuestos a encontrarlos.

viernes, 16 de marzo de 2012

Ojalá, así sea


Un poeta pupilo del Maestro Ruvalcaba, una actriz argentina refugiada en este México, un inquilino de un cerro distante, un arquitecto con barbas rozándole el ombligo, una psicóloga quien resultó ser buena dibujante, una mujer que nada más no entiende el glamour rodeando a los escritores, si muchos, por andar persiguiendo sus sueños, se andan muriendo de hambre. Un político harto de la demagogia, una española amante del inglés y de sus letras, un editor que a su vez es cuentista. Admiradores de García Márquez, críticos severos de la prosa de Isabel Allende, espectadores de obras off Teatro de Insurgentes, porqué aquí en la Ciudad de México, por fortuna o por desgracia, no contamos con un Broadway ni de las obras lejanas a la avenida de los grandes teatros.

Esos, entre otros, son algunos de los integrantes de la selección del Instituto Nacional de Bellas Artes para el Diplomado en Creación Literaria impartido en una casa porfiriana de la Condesa, y entre esos otros personajes buscando darle salida a una historia, estoy yo: el comunicólogo egresado de la Ibero, el de lentes de pasta, pelo engomado, el de complexión tan gruesa como su voz, sin pómulos, con frente pronunciada, el imprudente interrumpiendo a las profesoras ocasionando en algunos risas y en otros carcajadas con los comentarios fuera de lugar además de irreverentes.

Siendo sincero, siempre quise saber como sería estar rodeado de escritores y no había podido, porqué a diferencia de otros oficios, éste suele ser muy solitario, y quienes pertenecen a este gremio, prefieren volverse ermitaños, refugiarse en sus cuevas y optan por no identificarse como lo que son: por pena, por no caer en la pretensión, por lo que sea.

Por lo tanto, nos es difícil encontrarnos, a los de nuestra generación, a quienes aún no gozamos de la fama ni el prestigio que en un futuro, si continuamos teniendo entre nuestras virtudes la constancia, llegará como ya les ha llegado a otros.

Quería estar entre ellos para saber si sus sueños, sus frustraciones, sus ideas, sus mareos, sus preocupaciones, sus obsesiones, son tan tontas como la de quitar o poner una coma y aquello los consume horas.

Para saber si soy uno. Si puedo convertirme en uno. Para saber si también escriben porqué quiere ver sus nombres plasmados sobre la portada de un libro ocupando un espacio en una librería junto con los de Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Ernest Hemingway, James Joyce, Oscar Wilde, Marcel Proust, Albert Camus, también, ¿Porqué no?, junto con los de Stieg Larsson, Stephen King y J.K. Rowling.

Si escriben porqué lo necesitan tanto como respirar, si escriben porqué las voces de sus conciencias se los exigen, si escriben porqué lo necesitan tanto como la arena necesita a las caricias del mar.

Ya veremos si es así… y ojalá, así sea.

miércoles, 7 de marzo de 2012

También los gorilas aman


Hace unos días, uno de mis más entrañables amigos, de esos a quienes en textos anteriores he llamado gorilas por sus bruscas formas de desenvolverse en la vida y sus necedades de hacer de los salones de clases, de las oficinas, de las iglesias, de las ceremonias solemnes una jaula de zoológico, me habló por teléfono a la mitad de la noche para compartirme esta carta que les presento a continuación.
Es bella, no por la selección de palabras, que, sin duda, fue la adecuada, no por su ritmo tan armonioso como conmovedor, no por haberse redactado por largas horas para ser leída en escasos minutos, sino porque fue escrita con la mano en el corazón.
Espero, la disfruten tanto como yo.


Este es mi corazón…
Hoy vengo a presentarme contigo tal como soy, con mis defectos con mis virtudes, mis alegrías mis tristezas, mis éxitos mis fracasos, mis aciertos mis errores, y todas esas cosas que me hacen un simple ser humano. Tan simple y tan frágil que lo que hago en este momento es serte sincero. Estos sentimientos encontrados en este tiempo solo tienen una dirección y me di cuenta que a mi corazón no lo puedo engañar. Pensé que la solución que yo traía a un problema nuestro era la correcta, no siento que haya sido mala, ni que me haya equivocado, solo vengo a decirte que no puedo vivir sin ti.
 Viví días en los que yo sentía que estaba bien, días que pasaban y pasaban, días eternos en los que aproximadamente pensaba más de la mitad en ti. ¿Qué hago? ¿Qué quiero? Me lo preguntaba una y otra vez; la única respuesta, era algo que me recordaba a ti.
 El tiempo según Wikipedia es: la magnitud física con la que medimos la duración o separación de acontecimientos, sujetos a cambio, de los sistemas sujetos a observación; esto es, el período que transcurre entre el estado del sistema cuando éste aparentaba un estado X y el instante en el que X registra una variación perceptible para un observador (o aparato de medida). El tiempo ha sido frecuentemente concebido como un flujo sucesivo de microsucesos.
  La verdad cuando leí esta definición me quedé en lo mismo, busqué la definición de la palabra tiempo para ver cual es el parámetro temporal para que dos personas se extrañen y vuelvan a estar juntas o mejor dicho donde dice que tiempo se necesita tomar para que dos personas vuelvan a la vida que realmente quieren. Al no existir tal parámetro, recurro a mi manera de pensarte todos los días, a la capacidad que tuve para analizar la situación en la que estábamos y como yo podía ayudarle a nuestra relación a seguir creciendo. El tiempo al fin y al cabo lo vi como cada segundo que pase sin ti, pensando o no pensando en ti, fue este tiempo el que me dio la respuesta a partir de las enormes ganas que crecían y crecían en mi de volver a amarte, de volver a estar junto a ti. 
  Muchas veces me pregunto si ha pasado el tiempo necesario o si yo ya tengo respuesta a todas las preguntas que pasaban por mi mente, esa respuesta era un SI convencido en cada una de ellas…  Sí te extraño, SI quiero verte, SI quiero mejorar mi relación contigo, SI quiero darte lo MEJOR de mí, SI quiero cambiar mis defectos, SI quiero soñar junto a ti, SI quiero ilusionarme, SI quiero sonreir contigo, SI quiero ir al cine contigo, SI quiero ir a comer contigo, SI quiero estar contigo a solas, SI quiero hacer lo que nos gusta, SI quiero viajar contigo, SI quiero compartir momentos de familia contigo, SI quiero que me ayudes cuando me cambie de casa, SI quiero convivir con tus amigas, SI quiero que estés con mis amigos, SI quiero darte besos, SI quiero hacerte feliz, SI quiero ir a tu casa por ti, SI quiero enojarme contigo, SI quiero crecer junto a ti, SI quiero ponerme triste contigo, SI quiero VIVIR junto a ti, SI quiero que tu seas mi VIDA, SI quiero todo contigo, SI quiero AMARTE, SI quiero AMARTE y SI quiero AMARTE… fue en ese momento donde el tiempo se convirtió en una palabra que comienza y que termina y que yo me di cuenta que no existe parámetro tal cual para definir cuanto SI quiero ser tu compañero de vida.
Hoy vengo como una simple persona a decirte lo increíble que eres, y lo afortunado que fui, lo hermosa que eres, y lo dichoso que soy, lo amorosa que eres, y lo feliz que me haces, lo relajante que son tus manos, y lo bonito que me hacen sentir, lo brillante que es tu sonrisa, y la manera en como me atonta, lo rico que son tus besos, y como me llevan al cielo, lo enorme que es tu corazón, y lo agraciado que soy al tener una probadita de él, lo sincero que son tus enojos, y lo mucho que me hacen crecer, lo unida que es tu familia, y lo bienvenido que me hacen sentir, lo inmejorable de nuestros viajes, y los sueños que tengo para hacer más contigo, lo tolerable que eres cuando te molesto, y lo pesado que puedo llegar a ser. 
Vengo a decirte que eres lo mejor que me ha pasado, y lo agradecido que voy a estar SIEMPRE con la vida de ponerte en mi camino.  

jueves, 1 de marzo de 2012

Si fuera como hormar zapatos




 Hace un poco más de una semana regresé de un viaje. Antes de partir hacia la Ciudad de México, decidí separarme de la manada de animales que eran mis acompañantes para ir en búsqueda de un par de zapatos, agotado, con un cansancio tan pesado como el mundo mismo, con el reloj jugando en mi contra, con la angustia de ser abandonado por el avión cuya única responsabilidad era traerme de regreso a mí y a otros trescientos pasajeros a casa.

–No te vaya a dejar el avión –me decía uno de los gorilas con los que había compartido el fin de semana. –Ya me paso una vez, no me va a pasar dos –le contesté ignorando su advertencia.

Al entrar a la tienda, con una cara de pocos amigos, señalé un par café. Lo pedí en mi talla, ni siquiera me los probé. Me los llevé como si su destino, desde el día que fueron confeccionados en alguna remota nave industrial de Tailandia, fuera terminar en mis pies para protegerlos. Días después, ya sometido a la extraña rutina de profesor y escritor entre otras cosas, me llevé una no tan grata sorpresa: me apretaban, y como diría Rosa –ese sexto integrante de la familia quien le pone orden a la casa de mis padres–: “un resto”.

“Es cuestión de tiempo”, pensé. “Fácil. Los uso un par de días y ya está”, pero no. Para el segundo, hasta un de las piernas se me durmió, y ya que estamos en tiempo de confesiones, en un chico rato que encontré, acobijado por la privacidad que ofrece el parque España, me los quité para ver si no se me estaba desatando una gangrena. Como era de esperarse, sólo se trató de una más de mis exageraciones. Entonces me senté a reflexionar si mi compra había sido un acierto, si la perseverancia me llevaría a algún día a sentirme cómodos con ellos o si se trataba de un error irreparable y continuar intentando hacer equipo me llevaría terminar con un sin número de heridas en forma de juanetes.

Ya en el tercer día, estaba a punto de abandonarlos a media calle y ese deseo lo compartí con la familia a la hora de la comida. –Emmanuel, no te preocupes. Los podemos mandar a hormar y se acabo el problema –dijo mi madre y así se hizo, o por lo menos ese es el plan, el de mandarlos al zapatero para que después de su debido tratamiento podamos convivir. Aún no los he vuelto usar, pero mi separación con mi calzado, me llevó a añorar que ojalá y así de sencillas fueran las relaciones humanas, que si una persona no te calza, la puedas mandar a hormar. 

Sin embargo no es así; las personas no cambian, tampoco se moldean. Son como son y serán como han sido. Y aunque en algunos casos esta aseveración sea motivo de tristeza, en otros, son de alegría. Porqué cuando uno encuentra una persona a la medida, que desde el primer paso se esté con ella en sintonía, es con el peso de cada una de sus letras, una dicha, una verdadera dicha.