miércoles, 9 de mayo de 2012

Qué buena es


Ausencia por un par de semanas. Imperdonable. Por el compromiso que tengo con ustedes, pero sobretodo, con el que tengo conmigo.

Mi periodo de silencio dentro de este espacio, que abarca desde el 23 de abril hasta el presente día, no se debió a la muerte de alguno ni al exilio de nadie,  fue a raíz de una serie de sucesos, pequeños, que aislados no parecerían, pudieran hacer una diferencia, pero en su conjunto, la hicieron.

Entre ellos, regresé al nido después de casi un año de haber partido. Dejé el departamento de Santa Fe para regresar a la colonia donde crecí, la Florida, no la de Satélite, sino la de San Ángel.  Extrañaba sus abetos, las ardillas habitándolos, los pájaros cantando al cuarto para la una de la tarde colgando de sus ramas y que poco les importa que el sol haya salido ya hace más de siete horas. Extrañaba poder sacar a Patricio, mi perro, a caminar nuestro circuito habitual que nos lleva de la casa al San Ángel Inn con su respectivo regreso.

Haber retornado tiene muchas ventajas, es innegable; tener un refrigerador siempre dispuesto a regalar un tentempié a uno acostumbrado a estar vacío y con un sin número de bacterias, se agradece y mucho, estar a media hora de haberme despertado de la universidad donde imparto mis clases, no podría ser otra cosa más que una ventaja, y tener a Lau, mi novia, a un cigarro de distancia, es en toda la extensión de la palabra, una bendición.

Terminé un ciclo y comienzo un nuevo. Crecí en experiencia, en madurez. Algunos podrán pensar que he dado un paso hacia atrás, pero no es así. Vivir fuera de casa, me sirvió para valorarla, tanto a ella como a cada uno de sus habitantes, inclusive a los que están de entrada por salida como Rosa, la mujer quien ha dedicado más de diez años a mantener el órden en esta residencia.

Estoy feliz y es un hecho, porque hace una año las cosas eran muy diferentes a como son ahora. Hasta nuestro circuito, el de Patricio y mío, ya cuenta con un Starbucks más, con un Panda Express y próximamente con un Karl´s Jr. a lo largo de él.  Sé, son por menores, pero justo esos son los que le dan color a la vida y nos permiten decir de ella: “qué buena es”.

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